La reciente modificación del Reglamento General de Carreteras, confirmada por el BOE, que permite la eliminación de arcenes en tramos específicos para sustituirlos por carriles bici segregados, ha sido recibida con una mezcla de alivio y profunda preocupación en el sector ciclista.
Si bien la medida es un paso gigante hacia la protección de los ciclistas de ocio y de transporte diario, abriendo la puerta a rutas más seguras y continuas, ha generado una gran polémica entre los ciclistas deportivos de carretera. La pregunta es directa: ¿supone esta nueva tendencia un freno, o incluso un "adiós", a los entrenamientos de alto rendimiento o en grupo?.

Seguridad Vial Prioritaria: La Intención de la Ley
El principal motor detrás de esta normativa es la seguridad vial. Los arcenes, a menudo sucios, estrechos o interrumpidos, son un espacio de convivencia peligroso entre vehículos motorizados que circulan a alta velocidad y ciclistas altamente vulnerables.
La reconversión de estos espacios, limitada inicialmente a carreteras con una Intensidad Media Diaria (IMD) reducida, busca ofrecer un itinerario totalmente independiente, reduciendo el riesgo de accidentes y el estrés tanto para el ciclista como para el conductor. Es una medida que impulsa la Movilidad Sostenible y alinea a España con las tendencias europeas de segregación de tráfico.

El Conflicto en el Asfalto: ¿Por qué Entrenar en Grupo Requiere Espacio?
El desafío surge al contrastar la finalidad de estos nuevos carriles bici segregados con las necesidades específicas del entrenamiento de carretera, donde la velocidad y el trabajo en equipo son cruciales.
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Anchura Limitada y Circulación Paralela: La Ley de Tráfico permite a los ciclistas circular en paralelo (en grupos de dos), una práctica esencial para el entrenamiento de equipo, el drafting o simplemente para la seguridad de ir más cohesionados. Los nuevos carriles bici, diseñados a menudo con criterios de movilidad urbana o de ocio, rara vez ofrecen la anchura mínima necesaria para que dos o más ciclistas circulen en paralelo de forma segura y legal.
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Velocidad y Flujo: Los ciclistas deportivos circulan a menudo a velocidades superiores a 30 km/h. Un carril bici segregado, con curvas más cerradas, pasos de peatones e intersecciones frecuentes, no está pensado para estas velocidades, lo que puede suponer un peligro para otros usuarios (peatones, ciclistas de paseo) y un impedimento para el entrenamiento de rendimiento.
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Calidad del Firme: El asfalto de los arcenes (cuando está en buen estado) y, por supuesto, el de la calzada, es el único adecuado para las bicicletas de carretera de neumáticos finos. Los carriles bici de nueva construcción, especialmente si están cerca del arcén, pueden tener un firme de menor calidad, grietas o residuos que comprometen la integridad de la bicicleta y la seguridad del deportista.
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Incongruencia y Cortes: Las vías segregadas a menudo presentan discontinuidades o cortes abruptos en zonas urbanas o de intersección. Un entrenamiento de resistencia requiere kilómetros y continuidad, algo que los arcenes ofrecían (a pesar del riesgo) y que los nuevos carriles podrían frustrar.

La Letra Pequeña: ¿Qué Alternativas Quedan?
La normativa no afecta a todas las carreteras; el cambio se focaliza en tramos de baja intensidad. Por lo tanto, en aquellas vías de tráfico medio o alto donde el arcén no se reconvierta, las reglas de circulación actuales se mantienen: los ciclistas deben seguir utilizándolo si es transitable y suficiente.
Sin embargo, la tendencia es clara: se busca sacar a la bicicleta de la calzada principal siempre que sea posible. Para los ciclistas deportivos, esto supone un dilema:
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Riesgo de Sanción: Si el arcén se elimina y existe un carril bici segregado, el ciclista está obligado a usar este último. Si circulan en paralelo o a una velocidad considerada excesiva para esa infraestructura, podrían enfrentarse a sanciones.
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Restricción de Rutas: La decisión administrativa de convertir un arcén en carril bici podría suponer el veto de facto de muchas rutas tradicionales de entrenamiento para los clubes y equipos, obligándoles a planificar sus salidas en calzadas con mucho más tráfico o en rutas más pequeñas e inadecuadas para la larga distancia.

En conclusión, mientras la ley acierta al proteger al ciclista medio, se enfrenta al desafío de equilibrar la seguridad con la libertad y la necesidad del deporte de carretera. El éxito de esta transición dependerá de que las administraciones logren diseñar y mantener carriles segregados con estándares de anchura y firme que permitan tanto la seguridad del paseo como las exigencias del entrenamiento de alto nivel.
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