El domingo 6 de mayo se ha corrido la carrera más grande de América! Eramos más de 4500 corredores, sin contar los 300 niños que corrieron el día sábado.
Para los bikers es un día glorioso, donde la palabra DESAFIo cobra mayor fuerzas y todo su sentido, ya que los 82km a recorrer contienen de todo. Muchas sorpresas: como ser falsos planos, descensos animados con inigualables curvas y contracurvas ; caminos con lajas, mucha piedra, algo de arena y un ascenso empinadisimo de 15km donde uno puede llegar a difinir la carrera, donde todo el ser se juega; varios fríos vados, y más piedra de todos los tamaños, espinas. Todo y más de lo que un ciclista necesita para ser dichoso!!!
Desde muy temprano, el domingo, es derroche inquietante de color y vida!!! Un cardumen incontable de ciclistas se deslizan apasionados por las calles del pequeño poblado de La Cumbre, una localidad situada en las sierras de Córdoba (centro de Argentina) cuyos habitantes son tan entusiasta como los protagonistas.
Junto a otros 700 encendidos ciclistas mi turno de largada se inicio acompañado de la sonoridad incomparable de las trabas: ese trac-trac que acelera el corazón y te cuenta cuan vivo estás! Una dicha.
Yo realice con mis amigos alrededor de 1200km para llegar a La Cumbre y otros 1200km para volver a mi ciudad. Ellos fueron muy generosos en sus consejos, ya que era la primera vez que iría a hacer el recorrido completo (el año pasado hice solo el recorrido menor) este ya era diferente, desconocido y extenso!
Mi meta era llegar y sin bajarme de la bici ni una sola vez. Para ello necesitaba solo invertir las energías necesarias para cada situación sin que la ansiedad se adueñara de mi, así que la tuve bien sujeta, encomendada a hacer solo de las suyas hasta donde yo le permitiera.
Fue un escándalo de emociones. Ante un paisaje que explotaba de tanta belleza. Esos descensos eran inigualables, interminables y sumamente peligrosos, sin dejar de lado ni ignorar a la vera del camino los ciclistas que ya iban sufriendo accidentes, lamentablemente. En el camino ademas, de tener que cuidarte de las piedras, había: entre otros elementos, muchas caramañolas tiradas, el movimiento es tanto que si no van bien sujetas las cosas se van perdiendo con el ininterrumpido movimiento.
En el kilómetro 40 inició el retador ascenso. Era magnifico ver ese interminable y colorido camino donde ascendían, ascendían y ascendían algunos, mientras otros que ya se bajaron de la bici, luchaban por volver a hacerlo, otros ya descansaban, otros arreglaban la bici que tuvo algún inconveniente, había de todo. Inevitable preguntarse -"uuuyy podré llegar?" Sii, siiii!!! me respondía , en ese dialogo interior que te acompaña. Durante esos 15km unos a otros nos animábamos. En varías oportunidades, era todo tan, pero tan emocionante que las lagrimas se tornaron incontenibles, y agradecí a mi Creador, por sentirlo tan cerca.
No terminaba allí, ya que faltaban otros 28 km más veloces, pero con falsos llanos. Los últimos 12km, fueron los más duros, pero nada, nada, ni el agotamiento impidió ni un instante que me deleitase pedaleando en La Cumbre.
¡¿Cómo pude hacerlo?! es una pregunta que todavía me estoy haciendo.
Llegue a la meta empapada de tierra, sudor y esa dicha que permanece y te anima a seguir entrenando, a vencer tus propios límites. El Desafío al Valle del Río Pinto, hizo silencio y espera animado hasta el año próximo. Yo con el recuerdo, de lo que he vivido es un motivo de gratitud a la VIDA, y cuanto más si puedo compartirlo con apasionados como vosotros. Muchas gracias. Un abrazo inmenso. Shosh.