Una bicicleta es una declaración de intenciones. Y, como todos los que somos adeptos a este deporte ya sabemos, una extensión más del cuerpo. Si nos centramos en competiciones de alto nivel, puede convertirse incluso en la línea que separa el oro del “por los pelos”. Por desgracia, el ciclismo deportivo está repleto de variables que escapan a nuestro control, como lo son el clima, el terreno o la táctica de los rivales.
Sin embargo, hay una que sí está en nuestras manos: la bicicleta. Aquí el material es igual de importante que las piernas y, aunque hoy en día haya marcas para en el mercado para aburrir, solo son unas pocas las que se han ganado el respeto absoluto entre los profesionales, gracias, por supuesto, a lo que consiguen en la carretera. Vamos con nuestro top tres.
¿La primera? Cervélo, un nombre que parece reservado a la élite del ciclismo. Nació en 1995 en Canadá y desde entonces no ha parado de darle vueltas a cómo hacer bicis más rápidas y eficientes, siendo a día de hoy prácticamente sinónimo de carbono de alto rendimiento. Su obsesión está clara: que el aire estorbe lo menos posible y que cada pedaleo se aproveche al máximo, objetivo que ha conseguido a través de materiales rígidos.
De hecho, a nivel de competición es una de las marcas más recomendadas por los expertos en materia de competición ciclista, de hecho, los especialistas de portales azar para casas de apuestas que pagan al instante notifican la incidencia de la marca en la gestión de cuotas de victoria, gracias a sus buenos resultados sobre asfalto.
De todos sus modelos, la S5 merece una mención especial. Es asimétrica, afilada y, gracias al sistema V-Stem, permite ajustar el manillar sin cargarse la aerodinámica. Además, todo el cableado va por dentro, lo que evita turbulencias. No es casualidad que equipos como Jumbo-Visma la tengan entre sus favoritas, ni que ciclistas como Jonas Vingegaard (dos veces campeón del Tour de Francia) o Wout van Aert (tres veces campeón del mundo) hayan llegado a la meta montados en una.
No se queda atrás Specialized, la iglesia más visitada de esta religión sobre ruedas. La marca californiana ha conseguido lo que muy pocas: estar presente tanto en la épica del Tour como en la salida dominguera del club ciclista del barrio. De hecho, hay algo muy curioso en la forma en la que Specialized diseña. No es puramente aerodinámica, tampoco ligereza ni únicamente confort; sino una especie de ecuación que mezcla rendimiento, control y, por supuesto, estética. Su gama Tarmac SL lo resume y lo demuestra, siendo ligera como una pluma pero dura como ninguna otra.
Su secreto se encuentra en su laboratorio interno, Win Tunnel, donde desde 2013 se prueba cada uno de los productos antes de su lanzamiento, simulando diferentes condiciones del viento para, más tarde, dar vida a tecnologías como la FreeFoil Shape Library. También hay que darle su lugar a la filosofía de diseño “Rider First Engineered”, la cual no busca una bici perfecta, sino una bici perfecta para cada tipo de ciclista. Se nota que la marca ha invertido millones en el desarrollo de componentes propios, como las ruedas Roval, y en la creación de sistemas como el microamortiguador Future Shock; logrando convertirse en la aliada de leyendas como Peter Sagan o Julian Alaphilippe, pero también de ciclistas que simplemente salen los domingos con su grupo como hobby.
Pinarello, en cambio, es otro cantar. Es pura Italia hecha bicicleta: diseño elegante, tradición y un toque de vanguardia. Llevan décadas puliendo sus modelos para que sean rápidos, sí, pero también increíblemente estéticos. Su Dogma F es probablemente la más reconocida, presente en victorias tan míticas como las de Chris Froome o Egan Bernal con el Ineos en 2019.
Además, la marca colabora con laboratorios de biomecánica para que el ciclista y la bici se fundan en una sola pieza, algo que ha originado tecnologías como su famoso diseño FlatBack.
Al final, estas tres marcas representan tres maneras distintas de vivir el ciclismo: unos ponen el foco en la estética, otros en la aerodinámica y otros en la personalización. Pero lo que sí tienen en común las tres es que no están hechas para quedarse en el pelotón, ya que todas ellas tienen el objetivo de, aunque sea por diferentes medios, ofrecer la mejor herramienta posible para rendir al máximo.
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