
Menos mal que Eusebio debió ser piloto de rallies extremos en otra vida, porque bajando los puertos chirriaban hasta los filtros del aire acondicionado del coche. Cierro paréntesis (es una forma de quitarme el miedo que todavía, y ya han pasado horas, tengo metido en el cuerpo); Portillón, en una pequeña incursión por España; Peyresurde; Val loaron, donde Miguel Induráin empezó su reinado en una maravillosa etapa acompañado de Claudio Chiapucci y finalmente Saint Lary Soulan. O sea, como para darse un paseíto en bici. Bueno pues después de este recorrido tan simpático al calorcito (34 grados en los puertos), de apenas 6 horas, o 7 para los que han llegado “un poco” más retrasados, los corredores se dirigen a los coches del equipo, aparcados en la zona de meta, detrás de un bonito bloque de apartamento (estilo muy francés) de la estación de esquí de Saint Lary. Allí, los masajistas les reciben, secan, acicalan, cambian de ropa y adentro, con bocadillo lomo y refresco. A las 18:35 todavía estamos en la zona de meta, todos muy ordenaditos,

esperando a que los gendarmes (Louis de Funes en versión moderna) nos abran camino para la evacuación general. Por fin a las 19:00 echamos a andar, y después de dos horas y media, llegamos al hotel de Pau donde hoy dormiremos, descansaremos o directamente nos desintegraremos bajo las sábanas. Sube a la habitación, deshaz la maleta, ducha, cambio de ropa y bajar a cenar. Total, que a las 22:30 horas, los corredores todavía no han podido darse un masaje ni el resto incarle el diente a los macarrones. Pese a todo ello, ahora, 00:27 horas ya del lunes 18, con el postre en la mesa, me siento un privilegiado pensando en los miles de personas que a estas horas seguirán en un maravilloso “bouchon” intentando salir de Saint Lary. Como se dice en estos casos, le Tour c’est le Tour. Prudencia al volante.